Tuesday, September 18, 2007

Sogno, cuesta vitta...


No era nada parecido a lo que paso ayer. Las manos tibias, el cuerpo erizado: era como esa sensación que deben dar mil moscas sobre un perro muerto, o una araña en el esófago, -mas o menos, como cuando, nos metemos entre las sabadas esas tardes de lluvia, y no evitamos reírnos sin razón alguna-. Era algo así como un sueño verdoso y huérfano de suspenso, sin principios ni argumentos, delirando de inanición de espacio… algo así como una cesárea de atardecer o una pestaña de luz que se despegaba.
El bajaba con sus manos desde su cintura, la apretaba firmemente mientras tomaba sus nalgas, mientras la halaba hacia el; ella no podía detener el movimiento de sus caderas… parecía algo automático, ¡ella quería decirle que parara!, -lo juro por Dios, yo la vi-, pero es que no podía ya evitarlo, -estoy casi seguro, que ella trataba de arrojar palabras, -la verdad es que se le hacia imposible, (se le atoraban en medio de la garganta)-. Ella temblaba, así como temblaría un vaso con agua sobre un tractor en movimiento; el seguía besándola, chupando sus tetas, bajando con su lengua por su cuello, por sus pezones, besándola una y otra vez, levantando sus piernas, agarrando sus nalgas, apretándola mas contra la pared que con su color crema desteñido, sonreía con mueca burlona hacia aquella escena.
La verdad, es que se los juro mis queridos amigos, ella no quería, yo lo se, se le notaba… trataba de oponer resistencia… se lo vi en los ojos; pero al momento en que el empezó a entrar en ella, fue todo como un relámpago en su cabeza, como si todo aquello la hubiese cegado, y la hubiese enloquecido. Por momentos era como si le doliera, en otros como si todo se paralizaba; ella se retorcía, lo mordía, lo besaba, era algo increíble. Se los digo de verdad mis dugos, yo estaba ahí, yo lo vi. Fue el mismo día en que me quede sin novia y sin amigo, se los digo: yo lo vi, de verdad ella queria oponerse… eso mismo me dijo.

Monday, September 17, 2007

Apice

Salgo de la casa. Escucho y miro con atención el desorden cercano, en tanto, Memo cierra la puerta. -una nube blanca, un semáforo en rojo, un niño vendiendo flores, bocinas, humo, la nueva canción de Tego Calderón, que se confunde y mezcla entre alguna versión esotérica de Cu-Cu-Rru-Cu-Cu Paloma de Julio Iglesias. Siento frío, debe ser el cielo que al fin compro aire acondicionado para este sartén… de seguro es el gobierno que pago la cuota que le debía al diablo, para que nos sacara de este suplicio… hablando de eso, vi a una viejita vestida de azul frente al basurero tirandole trocitos de pan a unas palomas, que de seguro se deben estar preguntando al igual que yo, -¿de donde será aquella vieja?-, que se le ocurre tal cosa.

-Date rápido, que sino Roberto se va a ir… ¡Charlie!… viejo… pero… mijo… ¿Que tu ta’ mirando? Eso e’ un perro muerto na’ ma’- Me decía Memo, mientras pasábamos frente al basurero, con meretriz de palomas, ahora incluida.
-Lo blanco que tiene los dientes- le replicaba, con una calma tan inusual, que me asustaba, -sintiendo mil arañas caminar por mi nuca en un escalofrío.
-¿Pero... y que e’ mijo? Te pusite blanco…
-No, no… na’, e’ que creo que me va a da’ gripe.
-Bueno… cuidao’ si te cae, que ese ecalon, se rompió eta’ mañana, con la contrucion.- Me decía, subiendo al portal, que mas que portal parecía sucursal del purgatorio.

Antes de tocar la puerta y de entre una bandada de “coños”, “maldita seas”, y demás artilugios malditos que de allí salían volando en éxodo, salía Roberto a recibirnos: “¿Donde se metió el maldito haitiano, ese, de nuevo, coño?” gritaba frunciendo el seño como alguien que acaba de chupar un limón.

-“Mira eta maldita vaina, esta mierda llego podría coño”.

Roberto así simplificaba la única entrada permanente de divisas que teníamos y que ya no daría a luz en nuestras manos. Cuatro sacos de aguacate que le habían llegado la mañana anterior desde Bonao, y que más que aguacates, parecían carabelas de lagartos hechas sal.

-“Coño, pero ¿que e’ lo que te pasa a ti, que te veo ahí mirando pa’ arriba, como una moca en la paré?... Ete maldito mundo me tiene harto é, uno vive trabajando pa tené cosa bonita en la casa de uno y al final to’ esa cosa terminan teniéndolo a uno. ¿Tu no ve?, el hijo de Martín Núñe, se taba burlando de mi… ¡ay coño!, la gente no se da cuenta, pero yo viniendo pa’ acá, vi una vaca muerta que no eperaba entierro de nadie, y nadie en la guagua entendió porque yo me puse así de eufórico, -a brincá y a saltá-, y e que la verdá, la gente no vio lo que yo, el muchachito ese que andaba conmigo, nama me dijo, que eso nama era una vaca muerta, y no se dio cuenta que yo lo que taba era mirando lo blanco de lo diente, de ella”

-“¿De que tu ta' hablando mijo? No te entiendo… ¿Cómo que lo diente… ta’ tu igual que ete loco, mirando diente, ¿tienen complejo de dentita utede ahora?. Replicaba memo confundido, mientras con cara de espanto no dejaba de mirar aquellos sacos dormidos en el piso de cartón piedra de aquella sala.

-“coño tu no ta’ viendo, del elefante morao con la pierna larga y rosada como la de un flamenco en el que yo venia montao, había un puerquito con muchas orejas y las piernas chiquitica como de un lagarto manejándolo, yo taba ahí, con el muchachito ese que tenia la cortada en la parte blanca de los ojos y me pidió que te trajera este zapato rojo” Decía Roberto, mientras nos quedábamos apreciando aquella escena huérfana de cordura.

-¿Qué? Le dije, aun confundido -¿tu ta en droga mijo e?

-“mira hijo e la gran puta”. Entro gritando la vieja residente del basurero, con una bandada de palomas que le salían de un hueco de la espalda.

El cielo se oscureció de aves…y como una brisa, ya los escalofríos se me habían pasado a todo el cuerpo. De repente, el silencio. Mi celular no dejaba de sonar… yo atónito, no auguraba en mi ningún movimiento.

-“¡ay!, pero balon, poque ute le dio ese gope a la maetra”, me gritaba el haitiano que había acabado de bajar de la mata de palma con hojas de trigo que estaba posada sobre el carro de pestañas azules que estaba frente a la casa. “pero po favó balon, c’est la vie, pero no con man per.

Quede ebrio mirándole fijamente sin saber que responder, y sintiendo un mareo, que me hacia desfallecer y no entenderlo. Fruncía el seño como un beisbolista miope antes de batear. Mi celular, gritaba y gritaba, y cada vez el timbre se hacia mas y mas agudo.

-¡ay! Dominicana, pero Bonye, va a veni y te va a catigá…-Justo en ese instante, en el que casi el cielo se perdía, escuchaba mi celular con un ruido escalofriante, para cuando al fin lograba de mis manos movimiento levantarlo y escucharlo hablar con la voz de mi hermano que decía: -“Viejo… son las 4 de la tarde, el asunto era a las 3, ¿te volviste a dormir en el escritorio fue?”
(Que dolor de cabeza; que vaina ni ma’ rara; no debí tomarme to’ ese vino; coño, que calor hace en esta habitación.)